viernes, 19 de diciembre de 2008

Carta prólogo a la tercera Poesía Vertical

Julio Cortázar

Amigo Juarroz:

Perdóneme que haya tardado tanto en contestarle, pero no hace mucho que volví a París, después de unos meses de trabajo en Viena. Hace tiempo que quería decirle que la revista me es muy preciosa, en la medida en que puede hacerme oír desde tan lejos las voces nuevas y jóvenes de la Argentina. Pero ahora le escribo por otra razón más imperiosa: acabo de terminar la lectura de Segunda poesía vertical, y estoy todavía maravillado, sin dar ese paso atrás que inevitablemente damos después que un poeta nos ha hecho avanzar un poco más hacia la gran verdad de su mundo, del mundo. Sus poemas me parecen de lo más alto y lo más hondo (lo uno por lo otro, claro) que se ha escrito en español en estos años. Todo el tiempo he tenido la sensación de que usted logra asomarse a lo que busca con esa visión totalmente libre de impurezas (verbales, dialécticas, históricas), que en el alba de nuestro mundo tuvieron los poetas presocráticos, esos que los profesores llaman filósofos: Parménides, Tales, Anaxágoras, Heráclito. A usted (y a ellos) le basta mirar en torno para que toda visión prosaica caiga en pedazos ante ese apoderamiento total del ser por la poesía. He leído en alta voz los poemas que más entiendo (otros se me escapan o me reclaman una interpretación, que es quizá un auto-consuelo por no poder intuirlos de una sola vez), y en cada caso se ha repetido esa sensación prodigiosa de extrañamiento, de rapto, de acceso. Siempre he amado una poesía que procede por inversión de signos; el uso de la ausencia en Mallarmé, algunas "anti-esencias" de Macedonio, los silencios en la música de Webern. Pero usted potencia hasta lo increíble esas inversiones que en otras manos suelen acabar en juegos de palabras. Y entonces, esa mirada que ve y la mirada que no ve, una vez retorcidas en un mismo hilo, son algo prodigiosamente fecundo, una invención de ser. Hacía mucho que no leía poemas que me extenuaran y me exaltaran como los suyos, y se lo digo así al galope y sin releer, porque al final uno se pone tonto y le dan miedo tantas palabras sonoras. Pero siento que usted me creerá, y que ya somos amigos, y un abrazo.

Julio Cortázar
[Carta incluida en Tercera poesía vertical, Equis, Buenos Aires, 1965.]

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas gracias.