lunes, 9 de marzo de 2009

Escritos sobre el tiempo

Escritos sobre el tiempo, son hasta ahora dos textos surgidos del tiempo, que es tiempo a tu lado y de éste lado, que cuentan del ritmo, de la cronología de ciertos hechos, en fin, de la relación de las palabras con el tiempo, y también con el espacio, que aparentemente es el lugar donde el tiempo esta.
También cuenta sensaciones, que no se pueden contar con palabras, como tampoco se puede contar el tiempo, sin caer en el absurdo de hacerlo en treinta renglones con aquello que duro tres minutos, o bien su contracara, que es leer en tres minutos, lo que tardo mas de treinta en hacerse.



El mundo, punto de partida; el primer pensamiento se lo lleva la existencia inseparable del mundo. Luego aparece el departamento, la habitación como la forma que toma el mundo en ese momento frente a uno. Ya con los ojos abiertos dejó de ver para sentir esa mano que te aprieta algo adentro de la panza. Se recobra la visión; una mueca, como el signo de la sonrisa que se dibuja tras la boca. El cabello es la señal inequívoca primero de la luz y fugazmente después conducente hacia una especulación horaria.
Ella duerme sabiendo que a su lado alguien esta despierto, que hay ojos que miran sus párpados.
- Buen día. Despertar en vos es la mejor manera de despertar. Le dijo.

Vos. Nuevo punto de partida, la mueca que se convierte en la parte visible de la sonrisa invisible. La mano que aprieta el estómago se parece a tu mano. Los ojos se cierran en vos; el mundo. Pensó antes de volverse a dormir.




El reloj dice las diez. Pero también dice algo más, algo que no se dice con agujas como por ejemplo que son de la mañana y no de la noche.

Esa hora, que se congela en un ángulo obtuso, sólo si el vistazo es rápido y certero, parece ser un signo.

¿ Cuál será el mensaje entre lineas? ¿Qué es lo que flota entre horas y agujas?

La sensación parece decirlo a gritos, pero ¿ Cómo decodificarlos en palabras?

Resignación. pero esta no es una sensación, es una consecuencia. Es cierto que las sensaciones también lo son, pero más que nada son causa.

Y es en ese momento donde aparece ella. Entonces aparecen las palabras. La palabra ella y la palabra sentido.

Y las agujas se abren, y se pierden entre sus pelos enredados, y dejan de girar, y los ángulos también se abren, como una sonrisa, como la mañana en sus ojos. Y hasta yo me abro;

al punto de desaparecer.





viernes, 6 de marzo de 2009

Collares


Mujeres que hacen collares;
Hombres que se cuelgan,

de las tetas, de los ojos,
de los balcones por los pelos que sostienen.

Aretes que penden,

De la oreja y de la luna.
Pendientes y prendidos los miran,
Hombres colgados
De la nada.*


* Pueden dos mujeres ser una, o todas las mujeres. Puede un poema contener otro poema distinto, pero que diga lo mismo.
Todo cuelga de igual manera.

* Toda visión merece una segunda visión,
como un poema merece ser leído dos veces.

(Alguien sugirió que los hombres estaban perdidos en los ojos de la teta que miraba a la luna desde el balcón. Nosotros reconocemos esto, pero insistimos en los collares.)


miércoles, 4 de marzo de 2009

Por siempre Juarroz

1

El candelabro de los brazos largos
no elimina el asombro
que duplica el azogue
detrás del corazón de los espejos.

Cuando logramos apagar las velas
que en nuestros vagos ritos
nutren los molinillos de oraciones,
los espejos van formando en su fondo
la asombrada figura
de una boca que ya no necesita
palabras para hablarnos.

Sólo así comprendemos
que hasta el menor de los reflejos
es una imagen del origen,
un eco del silencio inaugural.



11

Detenerse ante el asombro
que se despliega en el gesto de la rosa
o en la maravillada tertulia
que entablan los colores y los pájaros
sobre la franja insegura del atardecer,
equivale a asombrarse del asombro.

Aparece entonces una nueva inocencia,
más esencial que la primera.
Sólo en ella germina
el asombro definitivo:
el reconocimiento a través de las máscaras.

La salvación por el asombro.


Roberto Juarroz
Undécima Poesía Vertical 1988 -III-

_____________

Despintar el paisaje del cuadro,
quitar el empapelado del cuarto,
pelar una fruta.
No detenerse en la tela,
la pared o la pulpa;
seguir quitando capas hasta el silencio.

Desnudar la realidad
hasta escuchar el eco del silencio original.

Un lector

Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí m enorgullecen las que he leído.
No habré sido un filólogo,
no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosa mutación de las letras,
la de que se endurece en te,
la equivalencia de la ge y de la ka,
pero a lo largo de mis años he profesado
la pasión del lenguaje.
Mis noches están llenas de Virgilio;
haber sabido y haber olvidado el latín
es una posesión, porque el olvido
es una de las formas de la memoria, su vago sótano,
la otra cara secreta de la moneda.
Cuando en mis ojos se borraron
las vanas apariencias queridas,
los rostros y la página,
me di al estudio del lenguaje de hierro
que usaron mis mayores para cantar
espadas y soledades,
y ahora, a través de siete siglos,
desde la Última Thule,
tu voz me llega, Snorri Sturluson.
El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisa
y lo hace en pos de un conocimiento preciso;
a mis años, toda empresa es una aventura
que linda con la noche.
NO a acabaré de descifrar las antiguas lenguas del Norte,
no hundiré las manos ansiosas en el oro de Sigurd;
la tarea que emprendo es ilimitada
y ha de acompañarme hasta el fin,
no menos misteriosa que el universo
y que yo, el aprendiz.

Jorge Luis Borges
Elegio de la sombra. 1969

martes, 3 de marzo de 2009

Los Justos


Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una
etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta
pagina, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra hay
Stevenson.
El que prefiero que los otros tengan razón.
Esas personas, que se
ignoran, están salvando el mundo.


Jorge Luis Borges. La Cifra. 1981


Las cosas II

Regresar a las cosas,
Como regresa la abeja de vez en cuando a la flor.

Insistir también con el cuerpo,
Como insiste el pensamiento o el martillo.

Convencerse del tiempo,
Como convence la tumba a la viuda.

Hacerlo hasta agotarlas,
Como las gotas al fuego.


Es la única manera de no volver.

Hay algo

Hay algo en vos que sabe de mí,
como hay algo en los pájaros
que sabe en que dirección se debe migrar.
Un sentido oculto.

Hay algo en vos que me habla
y no sos exactamente vos.
Como no son exactamente olvidos
los que alguna memoria consulta para informar luego
[no sabemos a quién

Ojos que brillan como la luz en el vidrio
cuerpos que se reconocen
si no fuéramos humanos,
hablaríamos sen duda de olfato.

Hay algo en mí que sabe de vos,
algo que sabe de mí,
más de lo que se yo.