miércoles, 4 de marzo de 2009

Por siempre Juarroz

1

El candelabro de los brazos largos
no elimina el asombro
que duplica el azogue
detrás del corazón de los espejos.

Cuando logramos apagar las velas
que en nuestros vagos ritos
nutren los molinillos de oraciones,
los espejos van formando en su fondo
la asombrada figura
de una boca que ya no necesita
palabras para hablarnos.

Sólo así comprendemos
que hasta el menor de los reflejos
es una imagen del origen,
un eco del silencio inaugural.



11

Detenerse ante el asombro
que se despliega en el gesto de la rosa
o en la maravillada tertulia
que entablan los colores y los pájaros
sobre la franja insegura del atardecer,
equivale a asombrarse del asombro.

Aparece entonces una nueva inocencia,
más esencial que la primera.
Sólo en ella germina
el asombro definitivo:
el reconocimiento a través de las máscaras.

La salvación por el asombro.


Roberto Juarroz
Undécima Poesía Vertical 1988 -III-

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